Galo y Primitivo, dos empresarios de Galicia, contratan un avión privado para que los lleve al sur de la Argentina a cazar ciervos.
Con los permisos de caza y todo en regla, vuelan hacia la Patagonia y quedan con el piloto que los vaya a buscar tres días más tarde.
Así sucede, pero cuando aterriza la pequeña aeronave, el comandante ve que sus clientes lo esperan con seis grandes ciervos.
Rápidamente evalúa el peso de cada uno y dice:
-Señores: a lo sumo puedo llevar cuatro de esos animales.
Los gallegos comienzan a discutir con el aviador:
-Pero hombre, no seas cabezadura: el año pasado hemos contratado un aeroplano idéntico al tuyo; sacamos permisos para cobrar tres piezas cada uno, las conseguimos, el comandante vino a recogernos el día que habíamos convenido, subimos las seis piezas, y partimos desde esta misma pista.
El piloto mira la caza, escucha lo que le dicen y piensa: «Y, si el año pasado pudieron decolar con esta carga, yo no voy a ser menos…». Y acepta subir los seis ciervos. El avión carretea, decola con gran dificultad, no llega a cobrar altura, vuela 10 minutos y se hace un aterrizaje forzoso en medio de un bosque. Maltrechos, los tres ocupantes del avión salen, y el piloto exclama:
-¡Así que no íbamos a tener problemas, no! ¿Y ahora quién carajo sabe dónde estamos?
Y Manolo, mirando alrededor, responde:
-Calculo que a unos cien metros de donde nos caímos el año pasado…