Una pareja tenía dos niños de 7 y 10 años de edad, quienes eran excesivamente traviesos.
Siempre andaban metiéndose en problemas y sus padres sabían que si alguna travesura ocurría en su pueblo, sus hijos estaban seguramente involucrados.
La mamá de los niños escuchó que el sacerdote del pueblo había tenido mucho éxito disciplinando niños, así que le pidió que hablara con sus hijos.
El sacerdote aceptó pero pidió verlos de forma separada, así que la mamá envió primero al niño más pequeño.
El sacerdote era un hombre enorme con una voz muy profunda, sentó al niño frente a él y le preguntó gravemente:
¿Dónde está Dios, hijo? El niño se quedó boquiabierto, pero no respondió. Sólo se quedó sentado con los ojos incrédulos, abiertos. Así que el sacerdote repitió la pregunta en un tono todavía más grave:
¿Dónde está Dios? De nuevo el niño no contestó; entonces el sacerdote subió de tono su voz aún más, agitó su dedo apuntando frente a la cara del niño y gritó:
¡Te estoy preguntando ! que DÓNDE – ESTÁ – DIOS!
El niño salió gritando del cuarto, corrió hasta su casa y se escondió en el closet azotando la puerta.
Cuando su hermano lo encontró en el closet, le preguntó:¿¡Qué pasó!? El hermano pequeño sin aliento le contestó:
¡Ahora sí que nos van a cagar a palos! Estamos en SERIOS problemas:¡DIOS SE PERDIÓ! ¡Y el pelotudo del cura cree que lo tenemos nosotros!